Cada día usamos el tranvía para ir a trabajar, y con eso de cogerlo siempre a la misma hora, pues da pie a encontrarte más o menos con las mismas personas casi cada día, y ya las vas conociendo.
Hoy os voy a presentar al bailongo.
El bailongo es un chico joven, guapete, de aspecto y estilo bastante normal, tirando a informal sport, vamos, que no va dando la nota en nada. Pero le gusta bailar de buena mañana.
Sube al tranvía con los auriculares puestos y se pone a bailar al ritmo de su música, que diré que no es de esos que se va oyendo por toda la ciudad, la debe de llevar a un volumen aceptable, pero él baila como si estuviera solo y como si no hubiera un mañana.
Se mueve todo él, los pies le van locos, la cabeza le va de un lado a otro, el cuerpo entero se mueve rítmicamente de atrás hacia delante y a los lados. Vamos, que si en ese momento se apagan las luces y se encienden otras de colores y empieza a sonar música, el chico no desentonaría.
Y esto es a las 7:15 de la mañana.
Porqué os hablo hoy del bailongo? pues porque hoy estaba especialmente inspirado.
Hoy yo iba sopa perdida (como casi cada día, todo hay que decirlo), y mi nene me ha despertado porque el bailongo estaba hoy que se salía, qué ritmo oiga.
Bueno, la ventaja de esto es que el chico se baja en la misma parada que nosotros y hoy hemos tenido el placer de verlo en todo su esplendor fuera del tranvía.
Cuando salimos del vagón él siempre queda por delante nuestro, pues iba prácticamente bailando mientras caminaba, dando saltitos rítmicos. Seguimos detrás de él por dos cruces de calle hasta que ya nos separamos. Aquello era como Cantando bajo la lluvia, en serio, sólo le faltaba el paraguas y agarrarse a una farola, porque daba saltitos artísticos en cada bajada y subida de bordillo de acera.
Daba pena separarse de él.
Os diré una cosa: qué buen rollito da de buena mañana.